Una mañana fría y nebulosa los pulmones de Carlitos sencillamente no resistieron más. Cuando el sol quiso salir pero la niebla no le dio permiso se levanto la casa a gritos al descubrirle muerto en la bañera, desnudo y descualquierado, en esa pose inconfundible que sólo puede adaptar un cadáver recién muerto, con sus extremidades dobladas en ángulos imposibles y una aparente flexibilidad fláccida y fofa, su madre le levantó llorando zacudiéndole como a un saco sin efecto alguno diferente al de empeorar lo denso de la situación, el aire frío de la muerte se apoderó de todas las paredes, y una tonalidad violácea se fermentó prolongadamente por todo el aire de la casa, y mientras todos los planes cotidianos se transformaban en un evento imprevisto y triste, Carlitos abandonaba la vida con el recuerdo más hermoso de toda la existencia en su cabeza como última imagen y realización total de sus expectativas de sentirse vivo.
Tres horas después de que murió, ya en la clínica, donde llegó irremediablemente muerto, le explicaron a su madre lo que había sucedido, su hijo era un fumador imparable y desconsiderado y tan adicto a cualquier novedad psicoactiva que no había otra cosa que pensar que se había propuesto hacer lo necesario para que su paso en esta vida fuera corto, y efectivamente lo logró, su madre desconcertada lloraba de rabia viendo las naranjas que le nacieron de un manzano, lloraba de tristeza de enterarse de su naturaleza cuando ya estaba semitieso en una morgue de hospital.
Carlitos la noche anterior estuvo en un plan que sorprendería el pronóstico de lo que su madre imaginó al recibir las noticias del hospital, que serían perfectamente acertados para cualquiera de las noches anteriores a la última, pero la última fue diferente, este hombrecillo despiadado e infeliz conoció en una sola persona todo el universo y todas las sensaciones experimentables en todos los niveles de constitución de un ser humano, realmente también contrario incluso al diagnostico médico-científico del deceso, su muerte no fue ocasionada más que por el cumplimiento de su ciclo vital, era un hombre joven y murió como tal, porque su destino era ser joven siempre que estuviese vivo.
El velorio y el entierro fueron una cosa modesta y normal, la familia no tenía dinero para el pan diario, que era el alimento al que su dieta habíase reducido, puesto que era el único al que su economía les permitía acceder tres veces al día, luego obviamente, no había recursos para gastar en parafernalias y adornos que finalmente iban a parar a un hoyo tres metros de profundo, la tristeza fue la única novedad, de resto todo se desarrollaba en el nuevo "orden" habitual de la rutina acomodándose a la ausencia de Carlitos, su madre limpió y organizó su habitación, y dejo todo perfectamente en su lugar. Y haciendo esto encontró un papel estrecho atiborrado de letras minúsculas que aparentaban un asunto importante.
"Hoy es un día excelente a pesar de que todo me sale al revés, madrugo 4:15, me baño, no hay luz, agua delicada y salvajemente fría, que digo fría, heladísima, sin embargo eso me cura el frío de una vez y a pesar del clima me traigo ropa ligera, clase de 7:00 cancelada por alguna razón estúpida que encubre las soluciones abruptas de una escuela privada que no da abasto con sus estudiantes ni carreras, pero sigue reclutando gente puesto que alcanza buena fama por estos días, ha contado con la suerte de que gente talentosa haya pasado por sus filas, y hoy una vez más una de sus desfachateces con dos horas perdidas en un bus, y cuatro perdidas de esta clase cancelada, camino por la mañana recibiendo amablemente el sol que sorpresivamente se acomoda a mi ropa ligera tendré al menos tres horas de descanso, camino por la zona tranquilamente, hablo con amigos, fumo lo de siempre, canto mis canciones y continúo caminando, se atraviesa en el cielo un nubarrón, desaparece por minutos al gran sol, y aunque todos reniegan, y el viento frío que se afana entre las calles se enrolla en cada hueso y pone a temblar al más gordo y abrigado, yo sonrío y lo veo como la genial excusa del café de la mañana, un cigarro y me quedo viendo la realidad entristecida por el azul de mis lentes Lennon que me regaló esa pretendiente a quien nunca le puse atención, mientras un maestro pasa fumando tabaco, caminando suavemente apoyado en su bastón y con su voz ronca me dice: -Bohemio! Y se saca el sombrero saludándome, a mi me sorprende que un hombre tan viejo camine de una forma tan temeraria frente al viento tan frío que se esta resbalando de los montes.
Cuando el cigarro termina de consumirse aun queda el último trago de café para asesinar momentáneamente el sabor a ceniza cruel que los cigarrillos rojos le dejan a uno entre la comisura de los labios y el paladar, haciendo horas por las calles el sol vuelve a alumbrar, esta vez en el cenit del cielo y se acerca la hora que espero, y mi corazón palpita suave pero insistentemente, un tono debe sonar para que todo esto estalle, pero forjarme la paciencia es una de las obsesiones del cosmos conmigo, llegó la hora de irse a responsabilizar con el entorno, y llegando a las oficinas huelo en el aire la complicidad del día con la inestabilidad de mi tiempo, no debo trabajar! Y es entonces cuando libre sigo en el mismo rollo de siempre, pero hoy esperando una llamada sutil que plantee un algo diferente, continuo en la retórica vagabunda de acompañar a quien esta acompañado y la soledad bella, silenciosa y tranquila timbra al celular, a mi celular, contesto con voz idiota y confundida, eh esperado cada segundo su llamada y al contestarle no reconozco su voz (y es algo obvio puesto que jamás antes le había escuchado), sin embargo consciente del irreconocimiento supongo y asumo que la señal de su llamada me ha encontrado, y desaparezco para encontrarme con ella, con esa voz desconocida, con esa imagen que hasta ahora sólo tenía dos dimensiones y una inmovilidad eterna que le sacaba de dentro la personalidad, caminé afanosamente entre las angostas calles, avancé concentrado y con rumbo fijo, doble esquinas, atravesé avenidas, crucé al laberinto de cables elevados que propone esta ciudad cada que se levanta la mirada, y en la última calle, larga y recta, discerní su imagen difusa al final de la calzada izquierda, tan pequeña y pueril, otro de mis rojos cigarrillos coqueteaba entre mis dedos mientras yo caminaba cada vez más nervioso para encontrarme con ella, Maryury, tanto que nos habíamos querido encontrar y hasta hoy ella hizo lo necesario para que las cosas pasaran, ese mismo hecho me llevaba sintiéndome algo cobarde, y antes de verle su rostro tan blanco y misterioso alguien llamó desde un tercer o más alto piso a un tocayo mío: -Carlos! escuché firmemente, y al voltear super que no era para mi, todo esto fue una patraña del destino, en ese momento al voltear de nuevo esperando ver la cara de mi desde ahora acompañante, la liga que sostenía mi cabello se reventó, ocasionando un balanceo capilar como de película holivudense, y la cara que ella puso al verme fue como de incertidumbre, mezclada con placer estético y vergüenza ajena, yo no podía hacer nada así que complete la absurda escena devolviendome por la liga perdida y en eso dejé rodar un par de metros los chocolates que para ella había preparado, y como la pendejada era tanta, me levanté con mi mejor sonrisa como diciéndole: -si soy un tonto pero me alegra mucho verte!
Al encontrarnos nos saludamos casi en silencio, no se si porque debía ser así o si la para mi ridícula escena había ocasionado esa consecuencia, pero no fue incómodo sino al contrario bastante amable, su rostro mantenía una sonrisa suavecita entre los labios, y sus ojos se hacían chicos evitando el exceso de luz, luego vio el camino al frente y sin hablar nos fuimos alejando de las avenidas principales y adentrándonos en el bosque que sobrevive adentro de esta pequeña gran ciudad, caminamos en sus ruinas sin rumbo, y en ese recorrido encontramos la posibilidad de comer, hablar, mirarnos, preguntarnos, silenciarnos, desearnos, comunicarnos mentalmente, compartir, fuimos caminando hasta que las calles de la ciudad perdieron su nomenclatura y la oscuridad y los grandes árboles señalaban que a partir de ese punto iniciaba el territorio de su jurisdicción, y como niños aventureros nos tomamos las manos en la obscuridad y emprendimos un camino a ciegas hacia la parte más alta de la cuesta, donde lo único visualmente perceptible era un tapete de estrellas que escapaba de los gases y la excesiva iluminación de la ciudad.
Caminamos sin soltarnos entre suelos inciertos y punzantes, nos cortamos y sufrimos caminando, hablamos poco, pero nuestra comunicación tácita era más fuerte que nunca, ambos queríamos como fuera llegar al techo de esa cumbre que nos retaba a cada vez que mirábamos su silueta obscura contrastando suavemente con la noche, y pensando en un objetivo, que más que la cumbre radicaba en compartir juntos y sólo para los dos ese espacio intimo en la cima de lo público, estar allí propiciándonos mutuamente el calor que no nos dejaría morir en medio del frío capitalino a dosmilsecientos metros sobre el nivel del mar, que parecen diezmil últimamente porque la temperatura ha descendido mucho, finalmente cuando conquistamos la cuesta disfrutamos de todas las expectativas sobrepasadas en su cumplimiento, la vista increíble nos llenaba los pulmones de una tenacidad y poder inigualables, nos sentíamos frescos y victoriosos, y me atrevo a asegurarlo porque nuestros corazones latieron al unisono durante todo el tiempo que estuvimos allí, nos abrazamos al subir, y aunque nunca antes nos habíamos visto ni oído nuestra voz, si habíamos conocido por dentro nuestras mentes, y nos dejamos ir como por capricho sin voluntad tejiendo en un beso pasmoso y suave, húmedo y pueril, era un beso de triunfo, más allá del placer, el compromiso, el gusto o el amor, era un beso circunstancial producto de la victoria y el unísono de nuestros corazones palpitantes, sin embargo en cuanto nuestros labios se tocaron, el unísono recupero su ambigüedad para latir juntos en una armonía orgánica y sentida, cada vez más fuerte, y con nuestros latidos el carácter pueril de ese beso fue destiñéndose en el aire, y su significante de trofeo por la travesía a la que nos había llevado escapar de la ciudad se hacía difuso entre nuestra respiración silenciada por los vientos altos de la montaña, brillaban miles de estrellas y una luna sonriente que nos daba la seguridad de continuar despiertos, de no haber caído en un sueño profundo e irreal. Palpé su blanca piel con una respetuosa sensualidad, me perdí entre su corto cabello color penumbra, entre su aroma a flores y sangre, nos fundimos en un abrazo tan fuerte y óptimo en ese nuestro primer, largo y único beso.
No se como terminamos separados, pero así fue, ambos con esa sensación inquietante en el corazón, yo en especial sentía que la noche rebosaba mi interior, y las estrellas corrían a mil por entre mis venas, la luna se me marcaba en la piel, y yo no me sacaba de la cabeza a ese enrome Mar, Mar, Mar - yury.. era mi inmensidad, habíase convertido en mi inmensidad, esa infinitud que abrió las puertas del vacío a la eternidad.
Ahora sólo puedo decir que luego de tanto y tan poco, PIENSO EN TI.
Son las 0:02, y procuraré no olvidarme nunca de que hoy sin querer me besaste, hundiste tu persona en mi, y en silencio y en secreto nos amamos."
Su madre, guardo con cariño el papel, enterándose de la buena pluma de su hijo, de su gran amor, de su aventura incongruente con el diagnóstico médico de su última noche, pero creyendo más en la historia que ahora tomaba como suya para recuerdo de su primogénito perdido entre las inciertas aguas del amor, dejóse contagiar un instante, olvidando lo grisáceo de la negra muerte, de esta experiencia plena de sentirse lleno de estrellas y atravesado de pasión.
Lucas Esteban Hernández
2012